Viajes y rutas por Aragón

LOS PUEBLOS QUE NO PUEDES PERDERTE SI VAS A CABO DE GATA

Plaza de la Glorieta, Villa de Níjar

En un territorio como este, tan distinto a cualquier otro de nuestra geografía encontramos también pueblos especiales y muy diferentes entre sí, pueblos que merece la pena visitar.

  1. La Isleta del Moro
  2. La Villa de Níjar
  3. Huebro
  4. Las Negras
  5. Rodalquilar
  6. La Almadraba de Monteleva
  7. Lucainena de las Torres
  8. Mojácar

La Isleta del Moro

Vista de La Isleta del Moro desde el Mirador

Su imagen te atrapa desde la carretera, un grupo de casas blancas uniendo como por arte de magia el colosal peñón oscuro que le da nombre con la tierra firme, ¿el resto? el cielo y el mar.

Cuando aparcamos en la plaza del pueblo junto al lavadero y empezamos a recorrer sus calles nos llega el olor a mar mezclado con el de los platos de los chiringuitos que no faltan en esta localidad y que se integran sin molestar, porque el pueblo es sorprendente y maravillosamente pequeño. Sin darte cuenta llegas al embarcadero con pequeñas barcas en la orilla y otras fondeadas en el agua y, aunque creo que hoy ya es difícil encontrar un pueblo donde revivir el ambiente de pueblo de pescadores de antes, en la Isleta del Moro llegas a rozarlo con tu imaginación.

El Volcán de los Frailes y los Escullos desde la Isleta del Moro

El mejor sitio para otear el horizonte y conseguir preciosas vistas del pueblo, Los Escullos y los dos Frailes es el mirador, situado cerca de la plaza, subiendo a mano derecha por una empinada calle entre casas blancas. No te pierdas este y otros miradores, te lo cuento en «Qué hacer en Cabo de Gata si no tienes el día playero»

La Villa de Níjar

Las calles de la Villa de Níjar

Una visita a Cabo de Gata no puede estar completa sin acercarse a Níjar, en las faldas de la Sierra de Alhamilla, y recorrer las calles con casas blancas adornadas con flores y puertas de colores. En el centro, la Plaza la Glorieta, rodeada de árboles y en la que se encuentran el Ayuntamiento y la Iglesia de Santa María de la Anunciación, del siglo XVI. En la Plaza del Mercado podemos ver varios olmos de gran tamaño, debido a que sus raíces beben de la misma acequia subterránea que surte la fuente de tres caños. Si seguimos subiendo atravesaremos el Portillo, que en su día fue la entrada al recinto amurallado de la Villa y que actualmente da nombre a este barrio. La Atalaya corona la villa y es el único resto de la fortaleza árabe que originariamente se alzaba en la parte más alta ¿crees que son motivos suficientes para estar dentro de la lista de Pueblos más bonitos de España ?

Si te apasiona comprar artesanía en Níjar vas a enloquecer. A pesar de que cada vez hay más productos y manufacturas externas, aún puedes encontrar tiendas con auténticos productos artesanales. La alfarería típica consiste en una cerámica vidriada decorada con alegres colores, predominando los verdes y azules y que verás en las macetas de las casas cuando callejees por el pueblo.  Tampoco faltan las jarapas, cuyo origen se remonta a la  época musulmana, de todos los tamaños y colores. Por último el esparto en forma de cestos o múltiples objetos decorativos.

Huebro

Una vez atravesado el pueblo de Níjar comienza una serpenteante carretera de ascenso sin separación de carriles ni arcén que, recorridos 5 kilómetros, nos llevará a un remanso de paz llamado Huebro.

Esta pedanía de Níjar es una localidad muy pequeña y en pocos pasos llegas a la plaza, presidida por la Iglesia, de fachada blanca y torre de piedra y ladrillo. Desde ella se tienen unas vistas espectaculares sobre los campos de Níjar, el valle e incluso se alcanza a ver el mar. 

Las vistas desde Huebro

Desde la plaza ya escuchas el rumor del agua de su manantial, que está unos metros más abajo y que alimenta una balsa y el viejo lavadero. De ahí salen las acequias que bañan las fincas con derecho a agua, un sistema de riego milenario organizado en una vega escalonada y cuyo fuerte desnivel fue aprovechado en el pasado para instalar hasta 25 molinos hidraúlicos. Las vistas del valle con sus huertas te acompañarán desde el coche en tu camino de vuelta.

Una opción para conocer mejor todo este valle es hacer la Ruta del Agua, un paseo senderista que une Níjar con Huebro.

Las Negras

Las Negras camino a Cala San Pedro

Hace años Las Negras estaba habitado casi exclusivamente por pescadores, hoy en día el pequeño pueblo comparte esta actividad con el turismo. Por cierto, si quieres algo de información sobre el Cabo de Gata este puede ser el punto donde informarte, ya que su oficina de turismo es una de las más bonitas que hemos visto en nuestros viajes, en el interior de un auténtico molino, el Molino de los Méndez.

Las Negras

Al final de su bahía se encuentra el Cerro Negro, una gran masa de material volcánico de color oscuro, que por efecto de la erosión ha esparcido sobre el mar y las playas del pueblo piedras negras que tiñen las orillas de este color.

Desde Las Negras parte el camino para llegar a una de las calas más conocidas de Cabo de Gata, la Cala San Pedro, te cuento cómo hacerlo en Las calas y playas más alucinantes de Cabo de Gata

Rodalquilar

Las casas de Rodalquilar

Ubicado en el corazón del Parque Natural, en el Valle del mismo nombre, en un antiguo cráter cuya única salida es el mar por la playa del Playazo.

No se explicaros muy bien por qué pero es uno de los pueblos que nos atrapó y al que volvimos en varias ocasiones. Quizá sea mi debilidad por la arqueología industrial, puede ser por la tranquilidad absoluta que nos acompañó en cada uno de nuestros paseos por la calle Santa Bárbara, por cierto, llena de bares y restaurantes, o puede ser el soñar con pasar nuestros futuros veranos en una de las casas más antiguas del pueblo, de planta baja, con pequeños patios delanteros, paredes blancas y macetas con cactus.

La minería en Rodalquilar

Si algo acompaña la historia de Rodalquilar es su pasado minero. A finales del siglo XIX una grave crisis azota la industria minera de la zona, dedicada fundamental a la extracción de plomo y plata. La solución a esta crisis aparece en los mismos filones donde se explotaban estos metales, y es que en el año 1883 se descubre oro en la mina «Las Niñas», situada a 1 kilometro del pueblo de Rodalquilar. Se irán sucediendo fracasos empresariales en los intentos de beneficio del oro, hasta que en 1931 una compañía inglesa lograra la obtención del mismo a pie de mina, trabajando exitosamente hasta que en 1936 estalla la Guerra Civil. En el año 1943, el Estado, después de haber incautado las minas, comienza a explotarlas a través de la empresa pública ADARO.

En la década de los años 50 los trabajos mineros se centran en el cerro del Cinto. Es el inicio de la época de máximo esplendor de Rodalquilar. En 1952 se proyectan trabajos de acondicionamiento de las minas, que incluían además de la parte técnica, otros trabajos complementarios: iglesia, residencia de empresa, viviendas de maestros, ingenieros y obreros, escuelas, farmacia, etc, servicios poco frecuentes para la época en las poblaciones del entorno. La inversión total asciende a 100.000.000 de pesetas. En los primeros años de actividad de este período trabajan en Rodalquilar del orden de 700 obreros, gran parte de ellos dedicados a la construcción de infraestructuras e instalaciones. Terminados estos trabajos permanecieron en la explotación entre 200 y 300 trabajadores.

Las otras actividades económicas que tradicionalmente se venían desarrollando, agricultura y pesca principalmente, no se abandonan, sino que se acomodan a la minería. En 1966 deben parar los trabajos debido al agotamiento de los filones auríferos, lo que supuso el fin de la época de esplendor. En ese momento Rodalquilar contaba con una población cercana a los 1.400 habitantes. Poco después desciende vertiginosamente hasta los 75, cifra similar a la actual. Desde el año 1966 ha habido varios intentos de reanudar el trabajo sin éxito hasta que en el año 1991 la entonces Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía compra parte de la finca, hallándose en curso de restauración para albergar distintos equipamientos de Parque Natural.

Al margen de toda la información que os pueda dar, lo sorprendente es que, aún hoy, a pesar de no haber ni por asomo actividad, tienes la sensación de pasear por un pueblo minero. Pero lo que es todavía más llamativo es encontrar unos restos, desde mi punto de vista tan valiosos, y que estén prácticamente abandonados a su suerte; así es en el caso de los edificios de las minas, que puedes recorrer a tu antojo y hacerlo con respeto, aunque me temo que no todo el mundo lo hace igual. No entiendo cómo no se protegen y se ponen en valor todos estos equipamientos antes de que sea demasiado tarde, su interés salta a la vista aun sin ser un experto en la materia.

En la entrada del pueblo aún se conservan las antiguas casas del poblado, hoy medio derruidas y abandonadas, tan sólo protegidas por vallas. Viviendas agrupadas en manzanas de cuatro casas con sus respectivos patios interiores, perfectamente organizadas por una red de calles rectas. Hay restos de otros edificios, como la taberna, y en las esquinas del poblado, destacan unos edificios más grandes que dan sensación de importancia, aunque nosotros no pudimos descubrir cuál era su función.

La compañía todavía construyó otro poblado, más cercano a las zonas de extracción, es el Poblado minero de San Diego, en el que llegaron a vivir unas 1300 personas en la época de mayor actividad minera. Hoy queda poco de él y se encuentra vallado para evitar el acceso.

Se puede llegar hasta él en coche en 10 minutos, pasando por la parte trasera de los edificios de las minas, por debajo mismo de las cintas por las que pasaba la tierra hasta las trituradoras. Lo más chulo del Poblado de San Diego es el acceso, por un profundo túnel excavado en la montaña.

En Rodalquilar todavía hay algo que hacer y es visitar el Jardín Botánico el Albardinal, 9 hectáreas de extensión con numerosos ecosistemas vegetales y perfecto si quieres resolver todas tus dudas sobre cuál es esa o aquella planta que vas a ir viendo en tu estancia en el Parque Natural. Su acceso es gratuito, pero tiene unos horarios y algún día de cierre, así que no olvides consultarlos en el link que te pongo.

Jardín Botánico de Rodalquilar

La Almadraba de Monteleva

Iglesia de las Salinas desde la playa

A estas alturas ya adivinarás que he disfrutado de lo lindo de todos y cada uno de los rincones de Cabo de Gata, pero siempre hay algo que te llega de forma especial y, sin duda, es la zona de las Salinas de Cabo de Gata.

Se llega por una recta y estrecha carretera, a tu derecha la Playa de las Salinas con sus barcas de pescadores, la más larga y recta del Parque, más de 5 kilómetros que se extienden desde el Torreón de San Miguel, a la salida de la barriada de Cabo de Gata, hasta el faro del cabo. A tu izquierda la Albufera, uno de los humedales de mayor valor ecológico de Andalucía, una antigua albufera natural aprovechada para la obtención industrial de sal común.

La Albufera de Cabo de Gata

En su época de mayor esplendor, trabajaban en las salinas unas trescientas personas, ya que las labores de recolección de la sal se realizaba a mano, se trasportaba en vagonetas empujadas por los trabajadores o con la ayuda de mulas y se cargaba desde el embarcadero en barcazas que la trasladaban hasta los barcos fondeados a más 200 metros de la costa.

La presencia constante de agua proporciona alimento y un lugar cómodo y seguro para la nidificación o el descanso de más de 80 especies de aves diferentes, constituyendo un lugar de cita estratégico en las rutas migratorias entre África y Europa. Las salinas representan, así, un ejemplo de explotación industrial que, lejos de producir daño al medio, ayuda al mantenimiento de un espacio de muy alto valor ambiental. Este espacio forma parte, como Reserva, del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, está catalogado, además, como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) e integrado en la red de humedales de importancia mundial del Convenio RAMSAR.

En medio de todo ello la Iglesia de las Salinas, sencilla y dominante sobre todo lo que le rodea y un icono del Parque Natural. Se levantó sobre una plataforma para evitar la entrada de agua y arena. Este práctico recurso le confiere cierto aire de superioridad simbólica sobre el resto de las construcciones. Se construyó para los salineros que vivían en el cercano poblado, se inauguró en 1907 y estuvo en ruina hasta que se rehabilitó en 2012.

Por último, las casas de la Almadraba de Monteleva, un pequeño poblado pesquero y salinero de construcciones sencillas y perfectamente integradas en el paisaje. Hoy aun quedan algunos habitantes, salineros jubilados, a quienes les fue cedido el usufructo vitalicio de las viviendas.

A pesar de la aparente sencillez, el paisaje te atrapa de una forma increíble y ello a pesar de haberlo visto mil veces en Instagram, en el cine, en anuncios publicitarios y en el videoclip de «Cosmic girl» de Jamiroquai.

Por si todo esto fuera poco, si te acercas al final del día, verás uno de los atardeceres más bellos del Cabo de Gata.

Atardecer en la Almadraba de Monteleva
Atardecer en la Playa de las Salinas

Para terminar quiero mencionar dos pueblos que, aunque ya no se encuentran dentro del Cabo de Gata, están cerca y sería una pena que te fueras sin conocer, sobre todo si, como nosotros, vives a cientos de kilómetros y no tienes la oportunidad de venir a esta zona tanto como te gustaría.

Lucainena de las Torres

Su estampa blanca destaca sobre las faldas de la Sierra Alhamilla. Otro de los Pueblos más Bonitos de España, lista de la que forma parte desde 2013.

Vista de Lucainena de las Torres cuando llegas desde la carretera

Si algo inspira Lucainena es tranquilidad y sencillez, un paseo por sus calles es una experiencia inolvidable. Se nota que los vecinos lo cuidan con un exquisito cuidado; no hay rincón en todo el pueblo donde no haya una maceta con flores, ya sea colgando de las paredes o apoyadas en suelos y ventanas. Los carteles de las calles son preciosos, de cerámica, todos diferentes, obra del ceramista Vidal Hurtado, que vive en Carboneras. Como ocurre en muchos lugares de Almería, en sus calles también encontrarás localizaciones de cine.

Sin duda alguna, uno de los principales atractivos del lugar es su pasado minero. Éste se puede conocer paseando por la Vía verde, un camino que acoge los principales edificios y construcciones mineras que hicieron prosperar a la población. El sendero lineal, de unos 5 kilómetros, era una antigua línea férrea que se utilizaba para transportar materiales. Hoy día se puede recorrer a pie o en bici. Uno de los vestigios arquitectónicos más importantes de la época son los 8 hornos de calcinación, medían unos 20 metros y tenían capacidad para unas 50 toneladas de mineral al día. Aunque no hagáis la Vía verde, los hornos se encuentran a las afueras del pueblo y se pueden recorrer libremente.

De camino a Lucainena desde la zona de Cabo de Gata pasarás por una zona de incalculable valor natural y geológico: El Karst en Yesos de Sorbas, constituido por 2.375 hectáreas de terreno semidesértico cuya relevancia se deriva de su naturaleza geológica. Este paraje natural es un complejo de cuevas, cañones, dolinas, geodas y demás fenómenos geológicos de origen kárstico que han sido excavados por la erosión del agua en depósitos de yeso del término municipal de Sorbas, y que está declarado como Lugar de Interés Comunitario (LIC). Está formado por mineral de yeso que ha sufrido la erosión durante millones de años y es el máximo ejemplo de karstificación en yeso del territorio español y uno de los más importantes en el mundo.

Entre todo ello destacan las más de mil cuevas naturales excavadas en la roca de yeso, una roca transparente y cristalina que brilla en la oscuridad, la mayoría de ella interconectadas y aún sin explorar. Hay una empresa, Cuevas de Sorbas Natur-Sport, que realiza una serie de itinerarios espeleológicos para todos los niveles por algunas de las cuevas más representativas del Karst. Nos apuntaremos en la próxima y espero contártelo.

La Cuenca de Sorbas desde el mirador

Mojácar

Cuando vinimos a Cabo de Gata teníamos claro que no podíamos dejar de visitar uno de los pueblos más conocidos de Almería, lo que no imaginábamos es que lo íbamos a recorrer prácticamente solos. Hemos leído que en Mojácar hay mucha fiesta e imaginamos que cualquier otro mes de junio es un hervidero de turistas, pero este «verano raro» de 2020 nos dio esta oportunidad que nosotros, amantes de la soledad y la tranquilidad agradecimos.

Callejeando por un Mojácar inusualmente desierto

Situado en lo alto de Sierra Cabrera, al paso del río Aguas, parece pintado al óleo, con sus casas blancas, las macetas de color azul y las puertas de colores señaladas con el Indalo, el símbolo de Almería.

Por Mojácar hay que perderse, callejear sin rumbo, se puede perfectamente recorrer sin plano porque todo irá apareciendo por arte de magia ante tus ojos. La Plaza del Parterre se piensa que fue una antigua necrópolis árabe. En un bello rincón de la plaza, se encuentra la reproducción exacta de una de las escenas de la Reconquista, que se recrean en la sillería del coro de la catedral de Toledo, realizada artesanalmente por la artista Itziar Ortuzar. Actualmente se encuentra porticada y queda junto a los muros de la iglesia y unas escaleras de acceso a ella con un despliegue de plantas y flores que te deja con la boca abierta. La iglesia parroquial de Santa María se construyó a finales del siglo XVI, probablemente en el emplazamiento de una antigua mezquita árabe.

Llegando a la Plaza del Parterre

Las estatuas de las mojaqueras, homenaje al esfuerzo de la mujer que cultivó la tierra, cuidó de la casa y la familia y mantuvo en pie su pueblo, a pesar de las guerras, sequías y emigraciones.

Recorrimos el Barrio del Arrabal, conjunto de calles sinuosas del antiguo barrio judío que comenzó a construirse en el siglo XVII a extramuros de la ciudad. Recorrerlo es imprescindible para captar la autenticidad del pueblo.

Rincones de Mojácar

La Puerta de la ciudad es el acceso originario al pueblo y fue reconstruida en el siglo XVI, sobre la original puerta árabe, que se abría en la muralla. Al cruzarla te encuentras con un espectacular y llamativo edificio, es el Torreón, antiguamente aposento del portazgo por su situación aduanera de acceso a la ciudad. Su airosa arquitectura, revestida por flores y bunganvillas convierte el lugar en un bello y pintoresco rincón. Su última reforma fue en el siglo XVIII y hoy es una pensión; he visto fotos también de su interior y te aseguro que ya he empezado a soñar con alojarme aquí la próxima vez que visite Mojácar, un hostal que respira mucha historia.

La puerta de la ciudad
El Torreón, Mojácar

Pueblos tan distintos entre sí, todos bellos e interesantes, deseando volver a recorrerlos estos y otros que nos quedaron pendientes como los de la Alpujarra almeriense y otros que estamos deseando que nos recomiendes.

Deja un comentario